martes, 22 de marzo de 2011

Rafael Cansinos Assens

Rafael Cansinos Assens nació a las dos de la tarde del día 24 de noviembre de 1882 en Sevilla, donde vivió hasta los quince años. Recibió una educación marcadamente religiosa en el seno familiar y en los Escolapios.


Dolores Assens y Rodríguez, madre del escritor. Procedía de Aroche, Huelva. Contrajo matrimonio con el sevillano Manuel Cansino de la Vega el 3 de abril de 1870. El matrimonio tenía otras dos hijas mayores, Mari Pepa y Pilar. María del Pilar vivió siempre, hasta su fallecimiento, en el mismo domicilio que Rafael. Mari Pepa fue siempre su vecina.

A primeros de enero de 1898 llegó a Madrid, lugar en el que transcurriría su existencia. En 1900-1901, con 17 años, entró en contacto con el modernismo, leyendo a Salvador Rueda y Julián del Casal. Pedro González-Blanco le introduce en el mundo de Pío Baroja, los Machado, Villaespesa... En esta época tuvo varios empleos, que abandonaba porque sólo quería ser poeta; trabajó esporádicamente en la administración de La Ilustración Española y Americana, en la Casa de la Moneda, como secretario de un Duque, etc. 1900 es también el año en el que empieza a investigar el pasado de sus ancestros –del que tenía muchas referencias de conversaciones oídas en el patio familiar de Sevilla– en libros de heráldica. En 1901 firma en El Motín de Nakens como "Cansinos", en la creencia de que su apellido judío (Cansino), procedente de Asturias, había perdido la ‘s’ en Andalucía.
Participa de la bohemia literaria intensamente de la mano de su mentor Manuel Molano. El alcohol y la prostitución serán sus compañeros de viaje hasta que en 1905 comienza a trabajar en La Corres. En 1905 inicia su labor como periodista en La Correspondencia de España y, a mediados de año, entra en contacto con el doctor Pulido y con un judío llamado Farache, con quienes participa activamente en la campaña filosefardí que tuvo por finalidad recuperar la memoria judía española. Es en esta época cuando comienza a escribir salmos. En 1911 frecuenta el Colonial y otros cafés de tertulia. Se relaciona con Francisco Villaespesa, Juan Ramón Jiménez, Emilio Carrere, Felipe Trigo, Rubén Darío, Rafael Lasso de la Vega, Gregorio Martínez Sierra, Carmen de Burgos, Ramón Gómez de la Serna, Antonio y Manuel Machado, etc.

Publica su primera obra, El candelabro de los siete brazos (salmos), en el año 1914. Asiste y participa en las tertulias de la época (Café Levante, Pombo, etc.), y en 1919 abandona el periodismo para dedicarse por completo a la literatura.



Tiene tertulia en El Colonial, donde es animador de las vanguardias y fundador del Ultraísmo. Dirige la revista Cervantes. Su obra de aquellos años, excepto algunos textos que firmó como Juan Las, no tiene nada de vanguardista, sino que hunde sus raíces en textos bíblicos (la mayor parte de esta obra permanece inédita). Es la época en la que se relaciona con Guillermo de Torre, Adriano del Valle, Xavier Bóveda, Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro, etc. En 1921, en El movimiento V.P, hace un retrato cruel de los protagonistas de la vanguardia española.




En estos años escribe y publica intensamente, y se convierte en un reputado crítico desde las páginas del prestigioso diario La Libertad. Pero en 1927, con la publicación de dos tomos de La nueva literatura, se despide prácticamente del mundo literario, y no vuelve a publicar obra original más que de forma muy esporádica. En marzo de 1926 había conocido a Josefina Megías, mujer que tuvo una enorme influencia en su vida. Los siguientes años los dedicará a la traducción. Empieza su relación con el editor Manuel Aguilar, que le encarga las Obras Completas de Dostoievski.


[Todos los entrecomillados que aparecen son de Braulia Galán, viuda de Cansinos, extractados de conversaciones mantenidas con su hijo Rafael Manuel]

«[…] Yo a ellas no las llegué a conocer pero él hablaba mucho de ellas. […] Rafael y Pilar siempre vivieron juntos, hasta que ella murió. Pepa vivía también en la casa de Menéndez Pelayo pero un piso más arriba; ella vivió con la prima Angelita, a la que luego heredaron las dos hermanas, pero ella mucho más, claro. Luego la herencia se consumió con los años y las enfermedades de ellas; se fue todo a la farmacia. […] Ellas nunca se casaron ni tuvieron un novio serio. Las dos eran muy beatas. Por lo que me contaba él regañaban bastante entre ellos tres, y Rafael y Pilar con Pepa también.»


Bombardeada su casa del Viaducto durante la Guerra Civil, se traslada primero a la calle Ramón y Cajal, y en 1939 a la Avenida Menéndez Pelayo, donde transcurrirá el resto de su existencia en el llamado exilio interior. Cansinos Assens sufrió expediente de depuración por la dictadura militar de Franco, que lo acusó de ser judío. Consiguió posteriormente un carné de Prensa por un favor personal, pero no publicó nada en España a partir de 1939. En 1943 fallece su hermana María Josefa y termina la traducción de Goethe (todas estas obras se imprimían fuera de España). En esta época frecuenta a algunos escritores y periodistas como Casas Bricio, Sotomayor y José Altabella. En diciembre de 1943 la censura ordenó retirar del mercado una edición de Dostoievski: el editor, Manuel Aguilar, tenía que suprimir de la portada el nombre del traductor y eliminar el prólogo.
En 1944 comienza a traducir Las mil y una noches, que termina en los primeros meses de 1945. Como en otras etapas de su vida lleva un diario. Siete años después de entregada en la Biblioteca Nacional, le devuelven su biblioteca, mermada, tras arduas gestiones de Josefina (en la actualidad su biblioteca se encuentra con la de Juan Ramón Jiménez en la Sala Zenobia-J.R.J. de la Universidad de Puerto Rico). En 1946, a raíz de la muerte de Josefina, deja de llevar sus diarios. En 1949 traduce el Korán, luego vendría Andreiev, una antología de poetas persas y la obra completa de Balzac; a finales de ese año fallece su hermana María Pilar. […] Él nunca se fue al destierro porque tenía miedo de dejar a sus hermanas. Eso me lo contó muchas veces, y yo creo también que porque él era muy miedoso para una aventura así.»

Josefina fue su gran amor. Nació en Don Benito (Badajoz) y pasaba largas temporadas en Madrid. Cansinos la conoció en 1926 y mantuvieron una relación durante veinte años. Falleció de forma súbita el 11 de julio de 1946. «[…] Él no tuvo nunca una foto de ella. No se conserva ninguna en el archivo. Me contó que tenía un pisito en Madrid.[…] Un día él fue a buscarla y no apareció a la cita. Murió repentinamente.[…] El hermano de Josefina discutía con Rafael porque no veía bien que no estuvieran casados. Y Pilar tenía problemas con ella, probablemente por celos, porque tenía miedo de quedarse sola. Pero al final fue Pilar quien se ocupó de todos los gastos del entierro.»


«[…] Todas estas fotos deben de ser del año 55 más o menos. No me acuerdo por qué nos las hicieron. Probablemente algún periodista que luego nos las mandó. En aquellos años estaba traduciendo a Balzac. Su vida diaria era siempre la misma. Todos los días lo mismo, sábados y domingos también, los mismos paseos, todo igual: se levantaba a las doce o a la una largas. Le preparaba un vaso de café con leche enorme, se duchaba y se ponía a trabajar hasta las seis o las siete de la tarde. A esa hora le tenía preparada la comida. Después se marchaba y volvía a las seis o las siete de la madrugada, cenaba lo que yo le dejaba preparado la noche anterior y se ponía a leer hasta que se dormía. Así todos los días durante años y años. […] Por casa venía poca gente: Mario Molano, que solía venir por la tarde y se estaba allí sentado en la sala, leyendo revistas, porque le llegaban muchísimas, hasta que él terminaba con su trabajo y la comida, y a eso de las siete se marchaban. Molano nunca comía. Estaba muy mayor y al pobre le atropelló un coche en el año 57. Iban al Comercial y a un café que no me acuerdo cómo se llama que estaba en Goya esquina con Narváez. Allí se veía con gente que no eran escritores, como tu padrino [Manuel Cuevas]. Dío Valdivieso, que era un señor muy mayor que también venía por casa, había sido vecino suyo en el Viaducto y seguía visitándole. También venían escritores jóvenes a verle, pero eso no le hacía mucha gracia y tampoco les hacía mucho caso […] El cura Rey Soto también vino algunas veces, hasta que un día se enfadó por cuestiones de política y no volvió más.
[…] Borges también vino una vez, pero no le sentó bien la visita, no por nada, porque estuvo muy bien con él, sino porque no le gustaba que viniera gente a visitarle. Le ponía de mal humor. […]
También vino alguna vez Manuel Aguilar y sus sobrinos, y Arturo del Hoyo. Venía muy poca gente a casa también por sus horarios: sólo recuerdo que se levantara antes de la una un día que vino Aguilar, y porque era Aguilar. Luego trabajaba y a las siete se iba. Así no podía verle nadie. Yo no podía con sus horarios y a sus hermanas les pasaba lo mismo. Y luego tenía otra manía: en pleno invierno dormía con los ventanales abiertos, con el Retiro enfrente. Yo no sé cómo se han conservado los cuadros, los libros, los manuscritos...

[…] También le visitaba de vez en cuando un médico argentino, judío, pero ahora no me acuerdo de su nombre, y tenía mucha amistad con César Tiempo, con el que se carteaba mucho, porque ellos no se veían. César Tiempo estaba en Argentina y yo no le conocí hasta después de morir Cansinos. También Salvador Hassan, el primer ministro de Gibraltar, vino tres o cuatro veces, porque además tenían lazos familiares. Nos mandaba paquetes con tabaco y café. A él le gustaba mucho el tabaco bueno, que lo liaba, y el café. Y el cine, el cine le gustaba mucho. Pero nunca se le ocurrió ir a ver a Rita Hayworth cuando vino a Madrid, que también era de la misma familia. Yo no sé lo que le hubiera costado ir a verla y saludarla y comentar algo. Con él no iban esas cosas.»
En diciembre de 1958 tienen un hijo al que llaman Rafael Manuel. El 4 de diciembre de 1962, Rafael y Braulia contraen matrimonio en el domicilio familiar. «Nos casamos aconsejados por amigos, especialmente Dío Valdivieso, para resolver papeles de testamento, libro de familia y todas esas cosas y para que yo pudiera cobrar una pensión. Hubo que traer un cura a casa porque él decía que no le daba la gana pisar una iglesia. Nos casamos en el salón, por la tarde por supuesto, estábamos allí nosotros, el cura y tus padrinos, Manuel Cuevas y su mujer Antonia, que fueron padrinos de la boda también. No hubo testigos, eso se arregló de alguna manera. Cuando lo del testamento me acuerdo que alguien tuvo que bajar al bar a buscar testigos. La boda duró un minuto, se firmaron los papeles, y luego cada uno siguió a lo suyo, como siempre. Ésa fue mi boda. En aquella casa todo era así. Ni yo ni su hermana Pilar pudimos nunca con esa forma de vivir. A sus hermanas no las conocí, pero yo hablaba con los vecinos y con gente que sí las había conocido y que me contaban cosas. Él lo que tenía es que era un hombre muy bueno y muy cariñoso. Por lo menos lo era conmigo.»

En los últimos cuatro años de su vida ya no salió de casa. Siempre estaba con nosotros. Nunca, ni siquiera al Retiro. No quería saber nada de nadie; se escribía con César Tiempo. Aguilar le dio para traducir una cosa policiaca para que se entretuviera; él sabía que era para eso y para pagarle un dinero. Él quería trabajar en algo importante. De todas formas seguía con los mismos horarios. No salía de casa, pero no se dormía antes de las seis de la madrugada. Leía mucho. En el mes de marzo del 64 tuve que ingresarlo en el Ruber. Le llevé en un taxi porque no quería subir de ninguna forma en una ambulancia. Lo del taxi ya fue para él un esfuerzo tremendo porque jamás montaba en coches. Le traía recuerdos de la guerra, cuando se llevaban a la gente en coches para darles el paseíllo. Era muy miedoso. En el hospital tuve un problema porque los gastos eran muy elevados, pero la Asociación de la Prensa se portó muy bien y siguió estando en una de las mejores habitaciones. Yo vivía allí con él. Le trataron muy bien […] Al hospital ya no iba nadie. Sólo estuvieron allí Aguilar y sus sobrinos, y otro día también dos señores de Israel, no fue nadie más, y las cartas de César Tiempo que le llegaban ya casi todos los días. Al entierro sólo fuimos siete personas, Altabella y Gerardo Diego entre ellos. Ruano estuvo hablando conmigo en el hospital pero no fue al entierro. […] Yo ahora tampoco quiero saber ya nada de nadie. No quiero que vengan a hacer tesis o que me hagan entrevistas, no quiero ir a ningún sitio, no quiero que me graben los de la Residencia de Estudiantes. Además, yo no sé nada, lo poco que sé leer y escribir me lo enseñaba él y tampoco aprendí mucho. ¿Para qué tengo yo que salir en los libros? »


Rafael Cansinos Assens falleció en el Sanatorio Ruber de Madrid el 6 de julio de 1964, sobre las ocho de la tarde, con ochenta y un años.



La obra de Cansinos Assens está lejos de la estética vanguardista, a pesar de hallarse vinculado al ultraísmo y a las tertulias del Café Colonial. Sin embargo, además de un Cansinos escritor hay un Cansinos oral, decisivo para la generación joven, precisamente porque les insuflaba entusiasmo.

Borges dice de él:

“Conocí en Madrid a un hombre que sigo considerando quizá menos por su escritura que por el recuerdo de sus diálogos. Conocí a Rafael Cansinos Assens y, de algún modo, yo soy discípulo de él, no de las teorías de Cansinos y sí de los diálogos de Cansinos, de la sonrisa de Cansinos y hasta de los silencios de Cansinos Assens”.

En “El Movimiento V. P” presenta una temprana parodia al escenario literario madrileño. He aquí un fragmento en el que critica el nacionalismo exacerbado de ciertas expresiones literarias:

'Treinta años llevo - como vosostros sabéis - nutriéndome del
turrón castizo y absteniéndome de probar el galicismo, ese manjar
tan delicioso y ligero de la cocina francesa [...] Vosotros sabéis los
apuros que he pasado para no emplear ciertas palabras extranjeras
que no tenían equivalentes en nuestro idioma y que yo no quería usar
por no desmentir la famosa riqueza de nuestro sacrosanto Diccionario,
y como enflaquecía a ojos vistas cuando a fuerza de sudores
encontraba en nuestra lengua sinónimos como "amasamiento" por
"massage" o inventaba vocablos nuevos, como el de balompié, que se
ha hecho célebre y cuyo engendro me costó un ataque agudo de
glosopeda. En toda mi vida, amigos míos, no he probado el champagne
ni la cerveza por ser bebidas extranjerizas ni he hojeado un
libro extranjero, ni he admitido en mis costumbres ciertos refinamientos,
por hacer honor a una raza viril y sobria, raza de héroes y de santos"
(p. 231).

Igualmente, Cansinos condena el moderno cosmopolitismo:


"- Amigos míos, de ahora en adelante no seré ya Senectus, sino
Modernissimus. Voy a desquitarme de todas mis privaciones antiguas.
No probaré más el turrón castizo, causa de indigestiones. Voy a
atracarme de galicismos y anglicismos. Diré massage y factage y
camouflage y foot-ball y garden-party. Mirad, ya me siento más joven,
por la virtud de esas palabras nuevas. Siento que voy a fundar una
nueva estética. Sacudo la mugre antigua y empiezo a olvidar el Diccionario
de la Lengua. Creo un léxico nuevo. Fox-trot, camelot, flonflon
[...] ¡Oh, amigos míos, yo soy un poeta moderno!..." (p. 233).


También satiriza los primeros momentos de vanguardia:

"Yo no puedo sentarme. Yo soy hijo de la hora más moderna y soy
esencialmente dinámico. Yo debo estar en pie, como una antena
transmisora, como la Torre Eiffel y como los velívolos [...] Acabo de
nacer, ya lo notaréis en el temblor de mis orejas vibrátiles [...] El
movimiento V.P. me era ya conocido desde antes que surgiera [...] Sí,
sí, en realidad yo he sido el primer poeta V.P. y por eso me sois
simpáticos [...] No reflejáis bien la vida moderna, rafagueante, zigzagueante,
centrífuga y centrípeta, vagarosa, tangencial y dehiciente
[...] El arte moderno debe ser intersticial, ubicuo y anándrico, ¿comprendéis?
Es preciso crear el poema extranovidimensional, el poema
situado y actuado, el poema fílmico, simultáneo y cúbico. La clave de
todo es el intersticio [...] Pero yo pertenezco a la era novísima: soy
producto de la mecánica moderna, soy el hijo de Fémina aviadora y
porvenirista. Anuncio el tercer sexo, el fruto andrógino e híbrido
libre de todas las fatalidades ancestrales. Soy una anticipación del porvenir.
Me han amamantado las dínamos poderosas y he mecido mi infancia
en las cunas velivolantes. Vivo en las cuatro dimensiones y por
eso soy intersticial. Mi figura, ¿no lo veis?, es una superposición de
planos. Mirad: por debajo de mis brazos pasan los ríos. En el hueco
de mi pecho palpita la ciudad: por mi costado desfilan las esquinas.
Mis pupilas son un caleidoscopio prodigioso: mis orejas vibran como
antenas, y al mover los pies transmito mensajes que descifran los
aparatos radiotelegráficos de los buques en alta mar. Vosotros mismos
estáis ahora acurrucados en el arco de mis cejas, de igual modo
que el tiempo palpita en mi bolsillo. Bajo el arco de mis piernas pasa
ei mundo: la tierra gira alrededor de mi espina dorsal, raspa maravillosa
que irradia en todas direcciones, y la naturaleza entera bebe el
agua de mis ojos [...] Yo soy, en fin, el nuevo arte libre y
taumatúrgico" (pp. 38-40).


En “La Novela de un literato” encontramos un texto en el que deja constar la opinión que la crítica teatral de Manuel Machado le merecía:

“Para Machado, la crítica teatral era un pretexto para cenar fuera de casa y correr una juerguecilla con los amigos.” (pp. 183)

También encontramos notas acerca de la reacción de los autores ante la crítica:

“He tenido que aguantar el despecho de los autores no elogiados o silenciados (el silencio es también un juicio)y la iracundia de los enemigos de los elogiados.[…] Hay autores que, ante el silencio reaccionan en forma violenta… Ha hablado usted hasta del Piripitipi y no ha hablado de mí – me decía el otro.
También se enoja el autor si no se le reconocen todos los méritos de que se cree adornado y deja el crítico de mencionar uno de ellos, por ejemplo el humorismo, el humorismo, que hoy está de moda…
Es terrible hacer crítica aquí donde uno se tropieza cada día con autores, y ya me hae creado una legión de enemigos.[…] Por dura que sea una crítica, es mejor que el silencio y es patética la insistencia con que los autores impoloran un palo del crítico…
- Déme usted un palo, sin piedad – me rogaba días pasados Zozaya…
Y es que tener un Zoilo es hasta un lujo…” (pp. 221-222)


Habla de la irrupción en el teatro de escritores famosos en otros géneros literarios:

“Ramón estrena en el Alcázar “Los medios seres” con medio éxito. Zaorín estrena “Brandy, mucho brandy, Old Spain” y otras obras que pretenden implantar un teatro nuevo y provocan estupefacción en la crítica y rechifla en el público.
Pero con su tenacidad característica insiste y en colaboración con Muñoz Seca, ese discípulo de García Álvarez y Arniches logra un mediano éxito con “El clamor”, una sátira del periodismo.
Sus admiradores lamentan esa claudicación del gran escritor que, por el afán del éxito, se aviene a colaboración tan desigual y prodiga elogios a actrices como Társila Criado, esa mujer gorda, con facha de Maritornes, a la que un hombre rico y también gordo, llamado don Fausto, aúpa a la escena con la grúa de sus millones.
Es triste vivir para ver estas cosas…” (pp. 240)

Encontramos un fragmento de lo que era el ambiente teatral alternativo de Madrid:

“Por aquella época, yo frecuentaba con mi amigo Zaratustra esso teatrillos ínfimos, atraído más que por los esperpentos que allí se estrenaban por el público ingenuo y pintoresco, que llenaba las localidades baratas. En el Noviciado estrenaba Ernesto Polo, ese jovial currinche que se tenía por un Aristófanes, aquellos engendros que se titulaban “Ni a la ventana te asomes y ¡Aprieta, Canalejas!” salpicados de retruécanos y chistes verdes que hacían reír por su insulsez y su procacidad…[…]
Era en aquella barracha, igual que la de la Latina, algo así como un carro de Tespis, como un teatrillo primitivo, en el que se creía asistir al nacimiento del teatro con aquellas obrillas, compuestas por principiantes y representadas, con un decorado elemental, por cómicos malos, tan grandes artistas, de igual modo que los autores considerábanse muy superiores al propio Arniches. Las triples no tenían más atractivo que el de ser mujeres y jóvenes, aunque también se creían unas divas y daban a su actuación una importancia trascendental. […] ¡Qué agradecidos nos estaban por mis bombos en La Corres y con qué alborozo comprobaban nuestra presencia en los estrenos!” (pp. 50,519)




Cansinos - Assens: entre el Modernismo y la Vanguardia.
La labor a la que se ha dado más importancia de Cansinos Assens ha sido a su labor como crítico literario. Cansinos Assens tomaba este trabajo como una actividad creadora, la cual requiere una gran capacidad intuitiva y tener un gran conocimiento de la obra.
Cansinos - Assens busca realmente una crítica con seriedad. Rechaza la crítica “festiva e informal”. La crítica de Cansinos - Assens estaba basada, principalmente, en la sensibilidad y el buen gusto.
Cansinos - Assens recibe sus influjos de Valera. La crítica de Cansinos Assens sigue el camino de la crítica impresionista. Ha tenido una evolución: comenzó siendo una crítica de carácter esteticista que poco a poco fue evolucionando, hasta configurarse en una crítica de carácter más reformista.
Aunque no rompió con el Modernismo, si que tuvo relación con las Vanguardias, en concreto con el ultraísmo. Él mismo cultivó el ultraísmo, por novedad, para hacer una renovación, pero finalmente, por diversas razones abandonó este movimiento.
Una de las facetas que aumenta el prestigio de Cansinos - Assens se dedica a traducir obras de autores extranjeros.

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