lunes, 21 de marzo de 2011

Mensaje oficial Día Mundial del Teatro 2003

por Alfonso Sastre

Este año, el Día Mundial del Teatro ha llegado en el marco de una tragedia mundial que estamos viviendo desde la estupefacción al horror: el ataque -la agresión criminal- del Imperio norteamericano y sus cómplices a los pueblos de Irak.

Quienes estamos por un teatro comprometido -o, digamos, implicado en la vida social y política- hemos saludado con alegría que el mundo del teatro y del cine haya estado en la Salud, ¡vanguardia de la denuncia y la protesta contra este genocidio anunciado. compañeros actores y actrices! Os habéis puesto allí donde hay que estar. En ese lugar seguiremos encontrándonos a partir de ahora.

La historia del teatro contiene todo un tesoro de sabiduría, y hoy podemos recordar un antecedente de esta infamia, que a su vez tuvo un antecedente en el bombardeo de Gernika: el empleo en 1945, por parte del Imperio norteamericano, de bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, ciudades de un país, Japón, que ya entonces estaba vencido. Un crimen memorable.

En el teatro hubo replicas a aquel gran crimen, y entre ellas se puede recordar un drama del autor norteamericano Upton Sinclair, La fuerza de un gigante, en el que su autor recordaba una frase también del teatro: Shakespeare había dicho en el siglo XVII que se puede tener "la fuerza de un gigante" pero que es una infamia que los gigantes abusen de su fuerza. Esta idea de Shakespeare ha tomado en las últimas jornadas una renovada fuerza moral.

Estamos ante el final de una ilusión y en el comienzo de nuevos tiempos. Este nuevo "cerco de Numancia" que ha sido y está siendo la llamada "guerra de Iraq" nos pone en el trance de dotar a nuestro teatro de pensamiento y de acción contra los dictados del Imperio. Es preciso terminar con una situación en la que, bajo la bandera del antiterrorismo se están cometiendo los mayores crímenes. Y el teatro no puede estar mudo ante tales hechos.

Ahora permitidme que os lea un breve poema que escribí hace más de cincuenta años, y en el que lo que está ocurriendo lo es y ¡propuse y propongo que imaginemos una tragedia -de qué manera! a través del comportamiento del personal del teatro en el que la obra se representa: el electricista, el apuntador, el director, el traspunte y el maquinista. Pueden ser imaginadas varias tragedias. Imaginemos nosotros una, muy actual. El poema se titula Tragedia en tres actos, y dice, sigue diciendo, así:

TRAGEDIA EN TRES ACTOS

Acto Primero
El electricista ilumina un crepúsculo de tristeza infinita.
El apuntador, recordando su vida, se dispone a llorar.
El director, inquieto, acecha desde un palco.
El traspunte ve temblar en su mano el libreto.
El maquinista no quiere mirar.


Acto Segundo
El electricista se ha puesto de luto para hacer su trabajo.
El apuntador apunta su pésame en el rojo libreto.
El director se ofrece a presidir este duelo si fuera preciso.
El traspunte, desesperado, llama a escena gritando a los sepultureros.
El maquinista, loco de dolor, no quiere hablar con nadie.

Acto Tercero
El electricista pone relámpagos verdes y rayos mortales.
El apuntador ha cerrado en su mano el libreto.
Ya no puede ni hablar de congoja.
El director se negaba a montar este acto.
El traspunte se ha caído borracho a lo hondo del foso.
El maquinista se retira del mundo.


Nosotros no nos retiramos del mundo. Nosotros trataremos de retirar del mundo a los autores y a los cómplices de esta gran catástrofe que ha puesto al planeta -al Gran Teatro del Mundo- sobre el filo de una navaja mortal. Agur, pues, y trabajemos por la Agur y mil esperanzas para el futuro! Paz en el teatro y fuera del teatro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.